En el 28, el 'Cata' enganchó a Diop en su mañana de cacería. Fue una jugada aislada. Cerca de su área. El senegalés se quedó tirado, como tantas veces ocurre en un partido. La bola decidió correr hasta el centro del campo y posarse en los pies del número 22 de los de color azul. Miró hacia atrás y la echó fuera. A alguno le sirvió para acordarse de otro partido y de otro tiempo. Cualquier pasado fue... Porque el 22 del Getafe es Javier Casquero. Es lo que tiene un partido en el que el marcador no importa. Que a uno le da por quedarse con anécdotas. Porque la historia, a estas alturas, no pasa de eso. Como el partido de ayer no pasa de pachanga ni pasará a la historia. El fútbol, sin emoción, es un deporte muy aburrido. Lo mejor -lo único- ver a unos cuantos chavales 'paridos' por La Albericia. Que se curtan. Porque lo demás no importa. Por cierto, empate a uno.
Cuando la televisión conectó con Getafe le dio al racinguismo la primera lección de lo que le espera. Campos con poco fútbol hasta en las vigas del estadio. En Segunda hay muchos así. De los que no llegan a 5.000 en la grada o de los que no hay tribuna detrás del portero. De fútbol, Jairo. El chaval, sin ganarse salir en el once de la semana, invitó a la reflexión estilo Mou. «¿Por qué?». Parece extraño que no haya estado casi siempre. Más que nada porque en un Racing plano y predecible, él sorprende hasta cuando se equivoca (como Luque). También brilló Acosta. El problema es que este año no ha sido del todo futbolista.
Al argentino le hicieron un penalti tan claro como estúpido. A Alexis se le escapó una letra. Cambió el balón por el talón y Undiano lo tuvo claro. Pero a este equipo le han dado tantos palos este año que Diop no quiso saltarse la norma. Al larguero. Lo cierto es que al Racing se le vio algo más liberado, más fresco. Lautaro volvió a pedir castigo dentro del área, pero esta vez no era. Hasta Gullón salió de su anonimato habitual y pisó el área contraria. Moyá evitó que los cántabros se fueran con ventaja al descanso tras un remate de cabeza. Bueno, bien, pero en una pachanga.
A la segunda parte el Racing entró tarde. Porque durante un buen rato pareció irse. Diop le devolvió el favor al rival dentro del área y regaló un penalti tan inocente como fue el de Alexis. Miku no falló y el Geta se puso por delante. Ahí se notó que los madrileños tampoco creían en exceso en eso de sus posibilidades europeas que se vendió en la previa. Salvo 'Cata', que pisó a todos, los azules no pisaron a fondo en ningún momento.
Jairo y Diop
Fue entonces cuando Jairo estalló de frescura. Buen movimiento y pase para que Diop tuviera tiempo de controlar, frenarse en el área a la distancia justa y disparar con fuerza. Empate sin celebración (el senegalés, con mucho sentido común en esto, no lo hizo).
Viendo lo visto, sorprendió que para que entrara Luque al césped tuviera que salir Jairo. Ya más tarde -y cuando al partido, por el bien del público, le asaltó ese punto de locura que divierte- otro chico se sumó al fútbol de Primera. A Jaime Isuardi se le notó nervioso en el primer balón que tocó y descarado en los siguientes. Eso es lo que tiene que hacer. Intentarlo. Como Rivero, que en la segunda parte sí se dio cuenta de que ese es, precisamente, el camino. Con ellos sobre el césped, el racinguismo encontró algo en lo que fijarse en un partido que, más de uno, no sabía ni que se jugaba. Después de 17 sin ganar...
Fuente: El Diario Montañés