A estas alturas, escribir una crónica de 'ambiente' de un partido del Racing en El Sardinero es como «ir a la guerra con tirachinas», aludiendo a las palabras con las que Munitis, como capitán, resumía el sentir de la plantilla tras la anterior derrota liguera ante el Mallorca. Para colmo, ni siquiera facilita las cosas que tu rival sea el Athletic, en lo que otras temporadas suponía -por lo menos más acá de Ontón- el auténtico derbi del Norte. Atrás quedaron las verdaderas batallas, las del Cantábrico, para dar paso a un soporífero duelo entre dos rivales hoy muy distanciados en planificación y ambiciones. Así las cosas, más que de 'ambiente' de fútbol, los Campos de Sport se impregnaron de la apatía que desprende lo verdiblanco en esta -ya larga- campaña. Tanta, que ni siquiera hubo fuerzas para censurar demasiadas cosas. Casi ni para pitar cuando se consumó la derrota. La hostilidad del estadio se resumió en reproches al viento dirigidos a la anterior directiva encabezada por Francisco Pernía y, de nuevo, en tímidos ataques a los jugadores, a los que se cuestionó al grito de «mercenarios».
La Liga tampoco ayudó a mejorar la atmósfera, estableciendo el partido en plena sobremesa dominical. Los escasos aficionados -según el club, 12.194- presentes apuraron el café más allá de las cuatro menos cuarto y aparecieron en el estadio sólo a tiempo de escuchar cómo los gritos de «Athletic, Athletic», procedentes de un centenar de gargantas rojiblancas, resonaban bastante más que la propia interpretación local de la Fuente de Cacho. Ni siquiera hubo respuesta por parte de La Gradona, más despoblada y apagada que otras tardes.
Indiferencia en los primeros instantes y resignación al encajar otro tanto tempranero. El enésimo. Un nuevo error defensivo dio paso al estupor en los rostros de los aficionados. Cinco minutos para digerirlo y para que el «ahora más que nunca Racing Santander» tornara rápidamente en los primeros reproches a la anterior dirección de la entidad. Concretamente, al grito de «Pernía muérete». También hubo un pequeño recuerdo, no para las 'ratas', pero sí para los mercenarios: «Se tienen que marchar».
Llegó el descanso y después los cambios. La grada no sabía si reír o llorar tras una inoportuna caída de Acosta mientras apuraba el calentamiento, pero su irrupción en el terreno de juego fue muy aplaudida, al igual que la de Jairo -cuando juegan, el equipo es otra cosa-. Julián Luque también fue ovacionado al dejar el césped y sólo al tiempo que el cuarto árbitro enseñaba el 23 de Adrián se escucharon algunos silbidos.
El peligro que generaron los recién ingresados animó ligeramente a una grada que más que apoyar, ya imploraba: «Vamos mi Racing mete un gol». El equipo quería responder y se atisbó una pequeña mejoría ante un Athletic que, con nada, se estaba llevando el partido más sencillo de todo el año. Lo vio Bielsa, que para entonces ya llevaba 17 kilómetros recorridos por el área técnica, y también Cervera, que en cuclillas presenciaba los mejores minutos de juego de su plantilla.
Pero la tímida reacción se quedó sólo en eso y el partido concluyó con algunos pitidos y, en lo que fue la anécdota del encuentro, con gritos de «esa camiseta no la merecéis» compartidos por aficionados de Racing y Athletic. Con cierta sorna, la afición visitante se unió a la causa.
Ahí quedó la cosa. Y por no haber, no hubo ni problemas a la salida de los jugadores. Para evitarlos, el club había previsto evacuarles en autobús, pero lo cierto es que sólo tuvieron que protegerse de unas decenas de 'cazautógrafos'. Los canteranos Mario y Javi Martínez, los sudamericanos Acosta y Stuani, el capitán Colsa y el entrenador Cervera fueron algunos de los que estamparon su firma y , al menos, concedieron una pequeña alegría a los racinguistas.
Fuente: El Diario Montañés