Mi?rcoles, 04 de enero de 2012

Vergüenza en Miranda

un bromista que a los Reyes Magos les llevaron ayer de incógnito al campo. No saben mucho de fútbol. Tuvieron que explicarles que era un equipo de Primera frente a uno muy modesto. A los diez minutos Baltasar ya tenía claro el papel de cada uno. Los buenos eran los de rojo. Con un calvito por la banda en plan estrella. Cuando alguien le dijo que el tal Infante estará hoy trabajando en una oficina de banco y que los de verde juegan el sábado frente al Zaragoza, no daba crédito. Baltasar cogió la carta que le enviaron desde El Sardinero y la rompió. En mil pedazos. Ni Copa, ni ilusión, ni fútbol... Carbón. Para todos. Para los futbolistas que jugaron de verde y para los técnicos que dejaron sin jugar a los mejores. El Racing tocó fondo ante un Segunda B y provocó el sonrojo de sus seguidores. Año nuevo y el mismo viejo pesimismo. Derrota y vergüenza. Un dos a cero con un recargo humillante.

Fue un baño en toda regla. Desde el primer segundo. No porque fuera un dominio aplastante (que lo fue). Fue un baño, sobre todo, de intenciones y de criterio. Los modestos jugadores locales mostraron un estilo, una forma de jugar. Tocaban, no abusaban del pelotazo, abrían el juego por las bandas... Una filosofía futbolística. Infante ya avisó a los treinta segundos y no dejó de hacerlo cada cierto tiempo. Frente a eso, nada. El Racing se convirtió en una incertidumbre. Sin saber a qué juega, sin saber quién manda, sin saber como frenar a unos futbolistas que, en muchos casos, ni siquiera son profesionales del fútbol a tiempo completo...

Diez, veinte, treinta... El equipo cántabro no tiró a puerta. Picón veía el dorsal del capitán del Mirandés un minuto sí y otro también. Y no es que el canterano fuera el peor (fue un aspirante). Sólo uno más dentro del insulso panorama que el equipo de Primera ofreció en un campo que se frotaba los ojos para entender lo que veía. Bedia, Munitis, Osmar, Serrano, Torrejón... Nada. Jairo, Stuani, Diop, Christian... Poco. Infante tuvo otra a los once. Clarísima. La posesión era para el humilde. Los tiros a puerta, también. Y el juego, por supuesto. Para su rival quedaban las faltas y las tarjetas amarillas. Es decir, los recursos de la impotencia.

Sólo en una jugada a balón parado se acercó el Racing. Acabó en remate y hasta en gol de Christian, pero con la bandera del asistente levantada. Para cuando Stuani tuvo la primera acción de verdad ante el guardameta, Infante ya había marcado el primero. Con fortuna, sí. Porque el despeje de Torrejón chocó en su pecho y se convirtió en un pase. Pero con la justicia de una superioridad que sólo era invisible en el marcador. El beneficiado por el involuntario servicio sólo tuvo que ceder nuevamente al gran protagonista de la noche para empujar y llevarse la gloria. La de Stuani, diez minutos después, se marchó fuera.

Otro más

Y aún quedaba más antes de pasar por el vestuario. De entrada, el castigo en forma de lesión para Diop. Lo que no se llevó Senegal, tal vez se lo lleve Miranda. Con el centrocampista cojo, Infante volvió a lucirse. Por la banda y con asistencia. Martins, a placer, le clavó una puñalada al honor del Racing desde el segundo palo. Y sin oposición en forma de defensas. Un humillante dos a cero al descanso y media eliminatoria sentenciada.

Tziolis fue el único cambio desde el banquillo. Luego, con la lesión de Serrano (otro peaje), también entró Ariel. Dos cambios para no cambiar nada. Porque el que estuvo más cerca de volver a marcar fue el Mirandés. Otra vez Infante. Otra más. Y otra. La mejoría del Racing fue un espejismo que alguno quiso ver cuando Jairo disparó a puerta y cuando Ariel trató de revolverse. Pero los espejismos son mentira y Adrián Murcia no necesitó manchar los guantes. Los cántabros continuaron exhibiendo su debilidad, sus carencias, su incapacidad.

Ni el arreón

Luque entró por Munitis a falta de veinte y el Mirandés siguió sumando. Pidieron un penalti en área cántabra, Mario le sacó una espectacular falta directa al 'Ronaldo' Infante y Lambarri disparó cerca del palo (tenía solo a un compañero, pero pecó de vanidad)... Sólo el propio Luque dio cierta réplica con un disparo lleno de intención que hizo que los comentaristas nombraran por vez primera al portero local. Fue la única intervención del guardameta de un equipo de Segunda División B ante uno de Primera. Y sucedió en el minuto 87.

Lo normal es que el Racing empujara en los últimos minutos. En el descuento. Que embotellara a su rival y le hiciera sufrir. Cosas de grande herido, de orgullo, de calidad dolida... Nada de eso se vio sobre el césped. El Mirandés siguió tocando cómodamente hasta matar el partido. En el fondo del estadio al que viajaron los únicos racinguistas que ayer estuvieron a la altura, se les había roto la garganta y el corazón. Se quedaron esperando. Esperando una reacción que no llegó nunca. Se quedaron esperando al Racing. Al de verdad. Porque el de ayer fue una mentira.

 Fuente: El Diario Montañés


Publicado por Castro2 @ 18:38 | 0 Comentarios | Enviar

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