Domingo, 02 de mayo de 2010

Sin red por el alambre

El el Stadium Gal caben 5.000 espectadores. Sustituyó hace ya unos diez años al viejo campo, que inauguró el Barcelona en 1926. Le pusieron velódromo en los cincuenta y por allí desfilaron Bobet, Coppi, Bahamontes o Poblet. Pero ya estaba viejo y hubo que construir otro. Es el campo del Real Unión. Por allí ha pasado el Cartagena, el Villarreal B, el Nástic... El día que pasó la Real se sientieron importantes. Es el vecino grande. Ayer, el juego del Racing no fue mejor que el de los equipos que pisan el césped de ese coqueto rincón. Ni mucho menos. Se fue bien lejos para acercarse allí. Porque de Tenerife, los cántabros se volvieron cerca de Irún. Cerca de Segunda. A sólo un punto. Fue un catálogo de impotencias y una inversión en miedos. Todas las derrotas duelen. Pero ésta, más. Toca unirse para remontar el vuelo.

Hay un dato contundente. El Tenerife tiró a puerta doce veces. El Racing, dos. Hay otros menos cuantificables, pero igual de claros. Los que colocaron a un conjunto sin respuesta ante los acontecimientos. Esos que hicieron que un Racing favorecido por la fortuna de un gol para soñar ni siquiera apelara al arreón de la necesidad. «No ha podido ser», «no hemos podido», «no hemos sido capaces», «no hemos sabido llevar el partido»... Son frases textuales del final del encuentro. Textuales y muy repetidas. «No hay excusa», dijo Edu Bedia. Tal vez esa sea la más ajustada a guión. Ésa y la de la imperiosa necesidad de enderezar el rumbo. Todos juntos.

Pero hay que empezar por el principio para llegar a los resúmenes. Y en el arranque se palparon las intenciones. El Tenerife sabe a lo que juega, aunque lo haga mal demasiadas veces. Toca, combina y falla. En defensa y en ataque. Ayer salió a eso y el Racing, únicamente, a aprovecharse de la última parte de la oferta. Por eso, en la primera mitad, los canarios sumaron seis ocasiones y el Racing una. Es cierto que los cántabros pudieron aprovecharse de los espacios que dejaban los de Oltra. Que desaprovecharon iniciativas (que no ocasiones). Que algunas contras soñaron con ser más importantes. Pero también lo es que Coltorti tuvo que parar y que sonaron los palos de su portería.

Pese a todo, el grueso de la primera parte fue como una telenovela. Una de esas en las que puedes dejar de ver siete episodios sin perder el hilo. Por destacar algo en el bando visitante, una galopada de Arana por banda (esa tierra de nadie en el juego de los de Portugal) que no encontró pierna. Ni Toni Moral ni Tchité llegaron a tiempo. Canales hizo dos intentos. Agua. Nada más.

Si hay que hablar de nombres propios, Nino y Juanlu merecen tinta. Desbordaron a los defensores y sólo manos y postes les impidieron marcar. El segundo fulminó a Coltorti con un balonazo en la cara en el 41. Fue el último aviso.

Estocada mortal

Porque en la última de la primera parte el trabajo de la semana tuvo premio. A balón parado, los de Oltra ya habían demostrado que sirve de algo lo que pasa entre el lunes y el viernes. Alfaro y el propio Nino habían rematado en solitario en el área invasora tras movimiento de pizarra en espacio reducido. Pero sin éxito.

La definitiva llegó cuando más duele. Una falta casi en el centro del campo en el minuto de descuento. Lo que dicta la inercia es colgar. Un pelotazo que algún flequillo sepa cazar al vuelo. Pero el Tenerife movió de una banda a otra y cambió el vertical fácil para los defensas por un más igualado horizontal. Y allí surgió la cabeza de Román para poner el resto. Su frente se dejó ver más que la de su marcador y al balón le gustó. Un perfecto gol de esos que el lenguaje tipifica como psicológico. Y realmente lo fue.

Porque no hubo respuesta. Ni discusión. Ni salida en busca de la remontada. Ni coraje. Ni balones colgados. No hubo nada. Hubo una segunda parte en el rincón, con los brazos bajados y recibiendo un golpe tras otro. Y desde el banquillo, otra vez, se tiró la toalla. El Tenerife salió como si perdiera, como si se jugara la vida. El Racing no salió.

Una muestra. Héctor, el lateral del dibujo de Oltra disparó pegado al área nada más iniciarse el segundo capítulo. Fue una de las muchas ocasiones que acumulaban los canarios. Los laterales del Racing sólo veían el banderín de córner. Del suyo, claro.

Que si Juanlu ante Coltorti. Que si el suizo salía a los pies de Nino. Que si el guardameta detenía un tiro de Alfaro. Un baño. Era un uno a cero y gracias... Gracias a Coltorti. El Tenerife ganaba y atacaba con seis hombres. El Racing perdía y no atacaba.

Pero faltaba el minuto dedicado a los sucesos extraordinarios. El minuto de las grandes preguntas. Todo un monumento a las extravagancias y a los debates.

El cambio y el penalti

Porque apenas transcurrieron sesenta segundos entre dos acciones imposibles. Los comentaristas miraban y remiraban el cartel del cuarto. Más de uno se frotó los ojos para confirmar la primera impresión. En las radios y en las barras de los bares repetían un nombre rodeado por dos interrogantes: ¿Canales?

Sí, Canales. Motivos tácticos llevaron al técnico a sustituir al futbolista con derrota y sin respuesta. Motivos tácticos. Su lugar lo ocupó Bolado.

Y como nada podía salir bien, hasta Coltorti quiso ser solidario con el carácter errante de su equipo. Tal vez su actuación estaba tan por encima de las demás, que el destino quiso equipararlo al resto. Al suizo se le escapó un balón sencillo, de esos que sus manos enormes atrapan cada día en la rutina. Esas mismas manos regalaron entonces un abrazo nada cariñoso a los gemelos del enemigo. Ayoze transformó el penalti.

El Racing y su fútbol invitaban a ver ya el calendario de la jornada siguiente. A mirar la tabla por no mirar su devenir errante, como el de los espíritus condenados que los niños imaginan con pesadas bolas y grilletes.

Y en esto, el portero local se apiadó del error del visitante. Xisco, que sustituyó a Tchité en otro cambio sin riesgo, tuvo al menos la voluntad de achuchar a Aragoneses. Su gol fue el único disparo de la segunda parte.

Porque no hubo más. Ni ese gesto del central convertido en delantero. Ni el portero en un córner en tierra extraña. No llegó el arreón, la heroica o la desesperada. Nada.

El pitido final sonó a Irún y a Tarragona. A campos de 5.000 localidades. Pero queda tiempo para alejar ese sonido. Aunque ayer hubiera que irse hasta Canarias para escucharlo de cerca.

Fuente: El Diario Montañés


Publicado por Castro2 @ 21:41 | 0 Comentarios | Enviar

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