Las preguntas en la vida del hombre viajan en la maleta de los años. Es cosa de etapas. Está el '¿por qué?' de los niños pequeños que empiezan a cuestionarse el mundo que les rodea. Está el '¿dónde?' del adolescente a su madre mientras abre cajones. Y están esas preguntas reflexivas que se hacen los viejos al mirar atrás. Ayer el Racing les dio motivos a todos. Los hijos, de la mano de papá, podrían repetir por qué el equipo desapareció en la segunda parte. Por qué se metió tan atrás. Por qué regaló el balón. Para las segundas sirve un '¿dónde estaba ayer Iván Bolado?' y un '¿de dónde saca Iturralde sus decisiones y tantas tarjetas?'. Y quedan las últimas. Las del arrepentiemiento. Esas son todas para Miguel Ángel Portugal. El Racing perdió un partido y otra oportunidad. El míster, también.
Si el encuentro hubiera terminado en el descanso, esta crónica estaba hecha con un juego de palabras. Uno que hablaría del homenaje de Sergio Canales a las heridas de José Tomás. De sus pases de pecho ante los pitones del Villarreal y de una estocada que se clavó en el fondo de la portería de Diego López. El chico saldría en la foto de portada. Su gol, en palabras de los que se divierten con los toros, fue 'de los que justifican el precio de la entrada'. Soberbio. Saca mal el portero, recoge Luis García y cede al rubio para que los cámaras tengan una jugada que repetir en los resúmenes. Cinco toques entre dos contrarios, media vuelta y escuadra. Pero quedó en anécdota.
Como las otras dos jugadas que más llamaron la atención en los cuarenta y cinco iniciales. En la primera, Iturralde jugó a lo que le gusta. El árbitro fue protagonista. Pitó penalti cuando Nilmar le hizo un sombrero a Christian y éste tocó, presuntamente, con la mano. El colegiado le sacó amarilla al lateral mirando a un Oriol que decía que la mano era fuera del área. Pero el asistente le llamó a capítulo. «Que no, que la mano es del otro», debió decirle. Así que balón para el Racing, cartulina para un Nilmar sorprendido y borrón en los apuntes de lo de Christian, Oriol o quién quiera que fuese. De locos.
La rodilla de Serrano
Poco después, Serrano alimentó la leyenda de los que le ven triste. El catalán se retorció de dolor en el suelo con la mano en la rodilla de su pierna izquierda. Se hizo daño él solo. Y eso suele ser síntoma de lesión peligrosa. Como los boxeadores que besan la lona pero son valientes, el extremo volvió a levantarse y pidió regresar. Pero ya estaba sonado. Entró, recibió el balón y confirmó el KO antes de la campana. El chico anda gafado este año. Entre seis y ocho meses de ausencia. Un palo.
Al margen de esas tres acciones (gol, penalti fantasma y lesión) fue una primera mitad vibrante. Con ocasiones, alternativas y hasta un Racing capaz de jugar bien ante un equipo que parecía de verdad. Coltorti hizo un par de paradas de las que evitan goles ante Nilmar y Llorente. Arana tuvo una clara para rematar a pase de un Canales que volvió a demostrar que, aunque sea a base de contados fogonazos, hace algo que otros sólo ven cuando duermen. Si hasta Luis García parecía haber fichado por el cuadro cántabro.
Unos apuntes numéricos antes del descanso: El ex del Liverpool entró en el 32 y las estadísticas de tiros a puerta en el ecuador de la batalla terminaron con un siete a cinco (estos datos serán relevantes unos párrafos más tarde).
Desaparecido
Y ahí terminó el partido para el Racing. En el descanso y tras las puertas del vestuario local. Porque en el segundo tiempo, el once pareció no haber salido del santuario de los secretos del fútbol. En esos quince minutos de intermedio, en la grada salían las cuentas de la vieja. La distancia con el descenso necesitaba de dedos de dos manos y el viaje a Tenerife tenía más de sol y playa que de dramatismo y precipicio.
Pero las caras de los aficionados fueron atravesando por el desierto que transita de la felicidad a la desesperación. Con muchas paradas intermedias: la incredulidad, el abatimiento, la sorpresa, la desorientación... El equipo se metió atrás, cedió la posesión, dejó de correr con el balón para hacerlo tras él y sirvió la iniciativa y el juego en bandeja para el Villarreal. A su gusto. Los Rossi, Nilmar, Llorente o un Cazorla que pisó el Sardinero a partir del 56 no dejan nada en el plato. Avisaron de cabeza y en tres minutos lanzaron cuatro veces desde la esquina.
La respuesta de los locales llegó desde el banquillo. Portugal consiguió que se escuchara el silencio cuando retiró a su único delantero -Tchité- para meter a Edu Bedia. Después explicó que quería más control en el centro del campo.
Más explicaciones requirió aún su segundo movimiento. Porque dos minutos después de mover ficha Godín aprovechó el enésimo córner de su equipo para fusilar a Coltorti en el segundo palo. Estaba tan solo para rematar como debió sentirse el técnico del Racing cuando le preguntaron por qué decidió, entonces, quitar a Luis García (sí, el que había entrado en el 32) para meter a Xisco.
En las radios y en El Sardinero aún trataban de entenderlo. Comentarios, críticas, alusiones a un Iván Bolado llamativamente desaparecido... Tanto era así que hasta se olvidaron de seguir con atención como Nilmar se limitó a empujar un balón que Coltorti dejó muerto en el área pequeña. Para algunos, el portero ya hizo suficiente con parar el primer remate. Para otros, debió mandar el balón fuera o, al menos, más lejos. Con o sin error, al Racing le importó poco que aún quedaran minutos. Ya estaba embalsamado. Más aún, con el eco de los goles del Valladolid en Asturias y con ese estado físico del que siempre se habla cuando las cosas no funcionan. Dato de disparos al final del partido: nueve a veinte (¿recuerdan el de la primera parte?).
La vista -y las oraciones- estaban ya en el Calderón, en Tenerife (sin Crespo y Diop por tarjetas) y en las cuentas. Que si empató el Málaga, que si el Zaragoza... Al final, cayeron los canarios. A cuatro. Mal de muchos...
Fuente: El Diario Montañés