Es como en los chistes: tengo que decir dos cosas, una buena y otra mala. Los delanteros del Racing volvieron a marcar, pero los puntos se quedaron en San Mamés. El tanto de Tchité, que echando cuentas se ha hecho esperar como un parto, y los dos de Iván Bolado, de los que hay que hablar con más detalle, no fueron suficientes frente a los cuatro que acertó a colar el Athletic.
Al final resulta que sí hubo derbi, y que el partido que se presagiaba descafeinado (flojo, sin aficionados y en lunes), y que a poco más del cuarto de hora ya parecía decidido, se puso bien emocionante. Y todo gracias al tal Bolado, que en diez minutos acabó con toda la literatura sobre la mala suerte que han inspirado tantas jornadas de trabajo sin rendimiento de los supuestos goleadores del Racing.
Un golazo de chilena -tan bonito que se merecía tres puntos- y otro de decisión y acierto sirven para sumir en un mar de dudas a Miguel Ángel Portugal el próximo día que tenga que apuntar en un papeluco la alineación, pero también para encender una bombillita al final del largo túnel. Quizás el chaval sea la respuesta.
En cuanto a Tchité, pues su tanto habrá que concebirlo como parte de la terapia de recuperación que viene siguiendo el muchacho, aunque los mimos que está recibiendo el africano no se les dedica ni a los linces de Doñana. Será que el ariete con acierto se considera especie en vías de extinción por aquí. Todo sea que, como el esquivo felino, ahora se acobarde por la dura competencia en la lucha por el dominio del territorio.
Hay que elegir. Al Racing le viene al pelo esa historieta de la manta demasiado corta: si tapa los pies, destapa la tripa, y viceversa. Aquí parece que sólo hay seis pilas de las buenas, y el resto son de los chinos. O funciona lo de delante, o funciona lo de atrás, y siempre hay que elegir. ¿Que toca partido rácano? Pues a por el 0-0. ¿Que hay verbena? Pues goles, pero de todos.
San Mamés. Debo reconocer que yo también padezco esa debilidad que ataca a los visitantes de San Mamés, y que cualquier cosa me suena a buen plan comparada con la idea de ir allí (y luego, volver). Pero lo de ayer estuvo bien y seguro que mucho mejor en vivo.
El Athletic está de buen año, y como su gente lo pasa estupendamente, tiene suficiente con su equipo: el rival da igual. Da gusto ver a unos jugadores que están en Europa, van ganando y se meten una paliza por evitar que cada balón salga fuera. Pero el Racing logró saltarse ese guión, hacerse notar en el campo y convertir el partido en 'algo personal'. La insistencia de uno y otro revitalizaron un encuentro que fue perdiendo la poca calidad técnica que tenía y que terminó como debe acabar todo buen derbi: con expulsiones y cabreo y, sobre todo, la certeza de haber hecho todo lo posible en cada bando. Sólo faltaron las piñas.
Fuente: El Diario Montañés