El fútbol ofrece momentos sorprendentes, inesperados. Quizá por eso tenga la repercusión social que tiene. Ayer fue uno de ellos. Minuto 53. Falta al borde del área del Valencia. Todo El Sardinero espera, desea, anhela que sea Garay el que dispare a portería. Es un sitio propicio para él. Además, tiene ante sí la oportunidad de redimirse tras haber errado, tres minutos antes, un penalti (lo estrelló en el larguero). La barrera se prepara. Coge carrerilla y dispara... Lacen. Por fuera de la barrera, de forma inesperada, sorprendente. Tanto, que acaba en el fondo de la portería de Renan. Francés y argentino se abrazan, se felicitan y a buen seguro que el primero le dedica el gol al zaguero. Lacen, en nombre de Garay.
Fue el gol del empate, el tanto que deja al Racing vivo en la Copa para el partido de vuelta, pero que no hace justicia a los méritos de un buen Racing -en determinados momentos un gran Racing- que mereció un mejor resultado en un partido muy extraño, trepidante en algunos instantes, y que tuvo en la figura del colegiado Clos Gómez, pésimo en su arbitraje, un invitado también inesperado al espectáculo. El malísimo colegiado aragonés desesperó primero al Racing con sus decisiones y terminó por desquiciar después a un Valencia que acabó con nueve jugadores sobre el campo por las expulsiones de Vicente y Maduro.
Un choque extraño
La ida de los octavos de final de la Copa entre el Racing y el Valencia fue extraña desde su inicio y hasta su final.
El equipo de Emery se fue al descanso ganando por 0-1 pese a no disparar una sola vez a portería. Colsa marcó para los chés al introducir en su propia portería un saque de esquina ejecutado por Fernandes.
Ezequiel Garay falló su tercer penalti esta temporada, que podía haber establecido la igualada en los primeros minutos de la segunda mitad.
Lacen empató para los cántabros cuando pocos hubieran apostado por él para lanzar la falta, de forma magistral, que dio lugar a la igualada.
Y el encuentro terminó en una locura general, con ocasiones, algunas clarísimas, para los locales -sobre todo de un Jonatan Pereira hábil en la jugada que dio lugar al penalti, y torpe para resolver las ocasiones que creó-, y para los visitantes -Vicente estrelló un balón en el poste-, y con el protagonismo inesperado de Clos Gómez.
Para rematarlo, el partido tuvo un desenlace sorprendente, cuando el valencianista Miguel se encaró con el auxiliar tras su expulsión y cuando el zaguero llegó a golpear a su entrenador en el momento en que era retirado, por su compañeros, del terreno de juego.
Lo cierto, tras el empate a uno de ayer, es que las espadas están en todo lo alto para el partido de vuelta, con un Racing que tendrá la obligación de, al menos, marcar un gol en Mestalla.
La lectura del encuentro debe ser positiva, aún con sus correspondientes debes. El Racing jugó un buen partido, con momentos de juego brillantísimo -en la segunda parte se pudo ver la mejor jugada de toda la temporada en una combinación de todo el equipo por la banda derecha- construyó numerosas ocasiones de gol y se demostró a sí mismo que también hay opciones sin Zigic.
Pero sobre todo hay que quedarse con la capacidad que tuvo el equipo para ir a por el Valencia, aún después del gol de Colsa y del fallo de Garay.
Fuente: El Diario Montañés